Nadie me inspira mayor respeto que los hombres hechos a sí mismos que han sido capaces, con su esfuerzo, su imaginación y su capacidad de liderazgo, crear exitosas empresas que contribuyen, con su existencia, al bienestar, de la sociedad.
Me alegra el alma ver la progresión de sus empresas, disfruto sus éxitos y me siento orgulloso de conocer a algunos de estos empresarios, capitanes de empresa, que son ejemplo indiscutible del valor de las personas y manifestación feliz de la capacidad creativa de la especie humana.
El mérito de estas personas es inmenso y criticar su éxito es, en mi opinión, una locura que solo se puede entender, y nunca disculpar, desde la envidia que contamina y diluye otras valiosas las virtudes de la sociedad.
Por ello, y porque en una siguiente entrada tengo que aportar un difícil consejo a amigos que lo demandan, escribo esta entrada con mucho cuidado, con absoluto respeto y afirmando, lo que pienso.
Me alegra el alma ver la progresión de sus empresas, disfruto sus éxitos y me siento orgulloso de conocer a algunos de estos empresarios, capitanes de empresa, que son ejemplo indiscutible del valor de las personas y manifestación feliz de la capacidad creativa de la especie humana.
El mérito de estas personas es inmenso y criticar su éxito es, en mi opinión, una locura que solo se puede entender, y nunca disculpar, desde la envidia que contamina y diluye otras valiosas las virtudes de la sociedad.
Por ello, y porque en una siguiente entrada tengo que aportar un difícil consejo a amigos que lo demandan, escribo esta entrada con mucho cuidado, con absoluto respeto y afirmando, lo que pienso.
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