miércoles, 12 de septiembre de 2007

89. CONOCER LUGARES Y DIAGNOSTICAR SITUACIONES

Tengo la enorme fortuna de haber viajado por toda España, de conocer todas las capitales de provincia y muchos de sus pueblos y ciudades

Desde que por primera vez salí de España y tuve la ocasión de recorrer Inglaterra y el País de Gales en 1965, creo que he pisado varias veces la mayor parte de las naciones de Europa y América, he vislumbrado el norte de África y me he sentido anonadado atisbando un poquito de Asia. Y, por supuesto, pienso seguir viajando ya que ello produce la mayor de las satisfacciones.

Tengo que decir, además, que salvo en algunos casos muy concretos, en todas partes he estado para hacer algo. Para ver una empresa, para negociar un acuerdo, para dictar unas conferencias, para participar en reuniones, velar muertos y asistir a bodas.

Ello supone que he tenido la oportunidad de conocer y hablar con muchas personas y tratar con ellas todo tipo de temas, aunque sobre todo, profesionales.

He aprendido algunas cosas en los viajes, algunas muy pequeñas, pero todas importantes, aquí hay algunas:

Las motivaciones de las personas son siempre las mismas en todas partes: Amor, odio, ambición, afecto, orgullo, poder...

Las preocupaciones son similares: La familia, el trabajo, el dinero ..

La política casi es siempre igual: Dos partidos grandes, poderosos y enfrentados, algunos otros en medio que suelen sacar algo. Un algo de prepotencia y algunas cosas que sería mejor no saber.

De religión es mejor no hablar, pero en todas partes he visto casi lo mismo: Fieles que acuden al templo a orar y, sobre todo a pedir y a dar. Enemigos de esos fieles que son a su vez fieles a otras fidelidades. Esperazas y miedos, lo normal.

El clima cambia de lugar en lugar y es algo diferencial

La música y el baile difieren según los lugares, pero en todas partes es belleza y placer
La comida, afortunadamente, en todas partes hay algo distinto y especial. Las bebidas, salvo excepciones, siempre igual.

La realidad de cada sitio la conoce bien quien vive en el lugar pero, con frecuencia los árboles no dejan ver el bosque.

Los extraños, si son capaces, pueden ver el bosque, pero como no conocen los árboles, si alguien no se los explica, entienden poco y mal.

Y, en consecuencia, puedo afirmar que de cuantos lugares he visto, solo puedo decir sin temor a equivocarme que siempre hay gentes que valen la pena, algunas cosas buenas y por lo regular poco más.

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