viernes, 4 de mayo de 2007

46. UNA LECCIÓN PARA NO OLVIDAR

Mi padre, antes de comer, me dijo “José Luis, vamos al despacho, tenemos que hablar”

Muy serio, me dijo, todo seguido y probablemente con estas palabras lo siguiente:

“Sabes que tu mujer tiene una depresión profunda. La depresión es una enfermedad que se cura, pero es grave, más grave que una hepatitis o unas tifoideas, y larga, muy larga.

“Cuando te casarse te comprometiste a quererla, respetarla y cuidarla, en la salud y en la enfermedad. No olvides que en las enfermedades quien más sufre es el enfermo. ¿Entendido?

Sí papá. Contesté.

Entonces él, mirándome a los ojos, haciendo un gran esfuerzo, añadió, “cuando esté curada de la depresión será momento de pensar en separarte de ella. Ahora vamos a comer”.

Las palabras de mi padre me hicieron compañía durante el tiempo, bastante, que duró la enfermedad.

Más de diez años después, pregunté a mi padre por qué me había dicho que cuando se curase mi mujer podía pensar en separarme de ella. Me miró con un poco de sorna y una sonrisa y dijo: “ tú lo sabes, la depresión es una enfermedad larga que se cura poco a poco”.

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