En una formulación abstracta, podríamos decir que una persona puede estar en un puesto directivo mientras consiga muy buenos, o al menos buenos resultados, tiene ideas, fuerza e ilusión para alcanzar objetivos ambiciosos y atractivos para ella misma y para quienes le rodean, acepta el riesgo, mantiene una visión clara de la realidad, sigue sabiendo que no lo sabe todo y en su corazón le quedan bastantes dudas.
En la vida pública, esto se traduce en los normales ocho años de éxito, seguidos casi siempre de otros cuatro de progresivo deterioro, y estos acompañados, para amargar el final, del deseo de propios y extraños de ver a otra persona ocupar el puesto.
En la vida privada la realidad viene a ser la misma, sólo que los tiempos se acortan, cuatro años de éxito, cuatro más de cierto cansancio y buen hacer y más tarde, si se sigue, resultados algo e ilusión seguro, menores.
¿Qué solución hay entonces para quien es el dueño y director de su empresa? ¿Qué puede y se puede hacer con un alto directivo que ha sido, eficiente, leal y ha aportado gran valor a la organización?
En el primer caso, solo hay una, crecer y reinventar el trabajo, delegar casi todo y buscar desafíos en lo nuevo. Cambiando, realmente las funciones aunque acaso no el nombre del puesto. Es imposible que una persona normal pueda generar más y más, haciendo siempre aproximadamente lo mismo, durante años y años, siendo relativamente feliz.
En el segundo caso, o se cambia de puesto o se cambia de empresa. Si no se cambia, para la empresa es un mal y a la persona puede, profesionalmente, matar. Si la persona es valiosa de verdad aquí lo será, si se elige bien el sitio, allá.
En la vida pública, esto se traduce en los normales ocho años de éxito, seguidos casi siempre de otros cuatro de progresivo deterioro, y estos acompañados, para amargar el final, del deseo de propios y extraños de ver a otra persona ocupar el puesto.
En la vida privada la realidad viene a ser la misma, sólo que los tiempos se acortan, cuatro años de éxito, cuatro más de cierto cansancio y buen hacer y más tarde, si se sigue, resultados algo e ilusión seguro, menores.
¿Qué solución hay entonces para quien es el dueño y director de su empresa? ¿Qué puede y se puede hacer con un alto directivo que ha sido, eficiente, leal y ha aportado gran valor a la organización?
En el primer caso, solo hay una, crecer y reinventar el trabajo, delegar casi todo y buscar desafíos en lo nuevo. Cambiando, realmente las funciones aunque acaso no el nombre del puesto. Es imposible que una persona normal pueda generar más y más, haciendo siempre aproximadamente lo mismo, durante años y años, siendo relativamente feliz.
En el segundo caso, o se cambia de puesto o se cambia de empresa. Si no se cambia, para la empresa es un mal y a la persona puede, profesionalmente, matar. Si la persona es valiosa de verdad aquí lo será, si se elige bien el sitio, allá.
Hay una verdad que quien ocupe un puesto directivo debe tener muy clara: A partir de cierto nivel, cada escalón que se sube en la escalera del poder es un paso que se da hacia
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