miércoles, 2 de mayo de 2007

44. ARRIERITOS SOMOS

Mi buen amigo D. Fernando, Secretario General por entonces de un gran grupo empresarial, sin duda con ánimo de ayudarme en el inicio de mi carrer, me concertó una entrevista con el director de una de sus empresas, llamémosla Corporación Latina.

Muy contento con la oportunidad, llegué puntualmente a las oficinas de la empresa en un buen edificio de la Plaza de España de Madrid. Luego de una larga espera me recibieron en un magnífico despacho tres señores muy bien vestidos, eran Don Francisco, Don Julio y Don Javier.

Apenas me dieron tiempo para decir una palabra. D. Francisco me dijo que no había visto un curriculum vitae peor en su vida, que en su empresa solamente cabían personas preparadas y que D. Fernando, como siempre, les había enviado a otro incapaz. D. Julio añadió algunas puntualizaciones sobre lo bueno que era el equipo de la Corporación, la importancia de sus empresas y mi falta de preparación. D. Javier no dijo ni una sola palabra en toda la entrevista.

Cuando terminaron de darme las patadas que les hubiera gustado dar al Secretario General de la Corporación, D. Julio me dijo que me podía marchar y D. Francisco añadió que, como no les gustaban perder el tiempo, esperaba no volver a verme jamás.

D. Fernando me dijo días mas tarde, muy apenado, que a los directivos de la empresa les había encantado mi personalidad, pero que por el momento no tenían un puesto adecuado a mi valía pero que, en unos meses, casi seguro, me podría incorporar a Corporación Latina. Yo, aunque no lo era mucho en aquel entonces, fui prudente, no me enfadé y, aunque dolido, olvidé el tema.

Cinco o seis años más tarde entré como Director General de Relaciones Industriales (hoy sería de Recursos Humanos) de una empresa, la mayor de su sector y la 37 en facturación de toda España.

Me enteré muy pronto de que había problemas en el área comercial y bastante rápido me di cuenta de que la causa era el Director Comercial. Por ello, luego de reflexionar y hacer lo que había que hacer, propuse a mi Director General y este acepto, el despido de Paco, el Director Comercial.

Cuando le fui a ver a su para comunicarle el hecho, antes de que mediara una palabra, me dijo: “ya se me vas a despedir, lo supe desde el día que llegaste, me odias y me la has hecho pagado”. Entonces se hizo la luz en mi memoria y le recordé dándome patadas verbales en la sede de Corporación Latina, hasta ese momento no había asociado a Paco con el importante directivo D. Francisco.

Como es natural, traté de suavizar todo lo posible la situación, rechacé que hubiera nada personal en su despido, realmente no lo había y justifique su salida en la dificultad que él tenía para asumir las políticas de la multinacional. Sin embargo, Paco estaba seguro y probablemente aún lo esté, de que la razón de su despido era el cómo me había tratado, años antes, en la Plaza de España.

A D. Julio y a D. Javier también me los he vuelto a encontrar, a este último le pude ayudar, pero estas son otras historias.

Arrieritos somos y en el camino, antes o después, nos volvemos a encontrar.

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