En el argot de las gentes de recursos humanos y simplificando el concepto, se entiende por Efecto Pigmalión el hecho de acertar si una persona es capaz o incapaz, si va a tener éxito o va a fracasar. Es, de alguna manera, una habilidad para hacer predicciones acertadas sobre el futuro de las personas.
Así, si alguien piensa que su alumno va a obtener una magnífica calificación, al final la nota será muy alta, por el contrario, si ve que ese alumno será un desastre lo más probable es que tenga que volver a examinarle una o muchas veces. Si se ve al nuevo empleado como una estrella, seguro que brillará en el firmamento de la empresa y si creemos que no cumplirá los objetivos, podemos estar seguros de que así será.
La teoría afirma que el acierto es, sobre todo, consecuencia de los comportamientos de quien ha hecho la profecía y menos de los méritos de quien ha sido objeto de la misma. La razón de los resultados es que el maestro o el supervisor ayudan intensamente al alumno o al empleado a conseguir el éxito o a fracasar.
Rosenthal enunció la teoría en los años sesenta del siglo XX y yo, como alumno de buenos maestros, la estudie, aprendí y olvidé.
Durante muchos años he estado muy orgulloso tanto de mi capacidad para detectar a las personas capaces y apoyar su desarrollo, como de mi habilidad para decidir con rapidez la exclusión de la empresa de aquellas que percibía como incapaces.
Más tarde tropecé nuevamente con Rosenthal y durante una larga temporada sentí casi remordimientos ante la muy alta probabilidad de haber causado mucho mal a personas que sin más razón que mi propia percepción no había permitido contratar o había despedido sin darles tiempo ni oportunidad de desplegar sus capacidades..
Me hace dudar y me consuela también el hecho de haber acertado cuando, más de tres veces, viendo a las personas, he pensado que no eran aptas, han sido nombradas y, estando yo lejos, siempre he acertado.
Así, si alguien piensa que su alumno va a obtener una magnífica calificación, al final la nota será muy alta, por el contrario, si ve que ese alumno será un desastre lo más probable es que tenga que volver a examinarle una o muchas veces. Si se ve al nuevo empleado como una estrella, seguro que brillará en el firmamento de la empresa y si creemos que no cumplirá los objetivos, podemos estar seguros de que así será.
La teoría afirma que el acierto es, sobre todo, consecuencia de los comportamientos de quien ha hecho la profecía y menos de los méritos de quien ha sido objeto de la misma. La razón de los resultados es que el maestro o el supervisor ayudan intensamente al alumno o al empleado a conseguir el éxito o a fracasar.
Rosenthal enunció la teoría en los años sesenta del siglo XX y yo, como alumno de buenos maestros, la estudie, aprendí y olvidé.
Durante muchos años he estado muy orgulloso tanto de mi capacidad para detectar a las personas capaces y apoyar su desarrollo, como de mi habilidad para decidir con rapidez la exclusión de la empresa de aquellas que percibía como incapaces.
Más tarde tropecé nuevamente con Rosenthal y durante una larga temporada sentí casi remordimientos ante la muy alta probabilidad de haber causado mucho mal a personas que sin más razón que mi propia percepción no había permitido contratar o había despedido sin darles tiempo ni oportunidad de desplegar sus capacidades..
Me hace dudar y me consuela también el hecho de haber acertado cuando, más de tres veces, viendo a las personas, he pensado que no eran aptas, han sido nombradas y, estando yo lejos, siempre he acertado.
En conclusión, el Efecto Pigmalión es real, ha de ser tenido en cuenta en la educación de los niños y saber que puede ser importante en la vida laboral. Pero, a la hora de trabajar, es imprescindible confiar en quien está contigo y no es bueno pasar demasiados ratos con una preocupación adicional.
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