Hay personas, jóvenes, adultas e incluso mayores, en todas los entornos sociales, que siempre tienen en la boca la expresión “yo soy muy sincero, digo las cosas como las pienso”.
Tienen además una notable habilidad de ver en los demás aquello que no es precisamente lo mejor de las persona y de aprovechar cualquier oportunidad para recordárselo.
Si la amiga tiene una fiesta y, con especial cuidado, se está vistiendo de pretender, la madre o la amiga le puede decir “no te molestes, con esa nariz torcida no tienes arreglo”.
Tienen además una notable habilidad de ver en los demás aquello que no es precisamente lo mejor de las persona y de aprovechar cualquier oportunidad para recordárselo.
Si la amiga tiene una fiesta y, con especial cuidado, se está vistiendo de pretender, la madre o la amiga le puede decir “no te molestes, con esa nariz torcida no tienes arreglo”.
O, “ Aunque te pongas ese vestido, Juan es mucho para ti, con lo guapo que es, seguro que lo pesca otra”.
“No se para qué te gastas el dinero en pagar un colegio tan caro en lugar de comprarte cosas, el mayor de tus hijos es tan listo que no lo necesita y el segundo tan tonto que no lo va a aprovechar.
“No se para que preparas esa oposición, hay que estudiar mucho durante mucho tiempo y tu no lo vas a conseguir. Mira, mi sobrina Paquita se hizo Juez en veinte semanas, pero ella sí que es lista”
Lamentablemente, estoy seguro de que cualquier persona que lea esta reflexión puede citar muchos y mejores casos de “personas sinceras” y creo que a nadie le gusta tanta sinceridad.
Realmente estas personas no son especialmente sinceras, son solamente envidiosas y mal educadas que carecen de la habilidad necesaria para ocultar su envidia. Son personas que están tan enfadadas con ellas mismas por no tener todo lo bueno que tienen lo otros y , para compensarse, fastidian cuanto pueden.
Lo siento. No me gustan las personas tan sinceras. Prefiero a otras, menos sinceras, y mejor educadas, que tratan de hacer la vida amable a quienes les rodean, o, al menos, procurar no molestar.
“No se para qué te gastas el dinero en pagar un colegio tan caro en lugar de comprarte cosas, el mayor de tus hijos es tan listo que no lo necesita y el segundo tan tonto que no lo va a aprovechar.
“No se para que preparas esa oposición, hay que estudiar mucho durante mucho tiempo y tu no lo vas a conseguir. Mira, mi sobrina Paquita se hizo Juez en veinte semanas, pero ella sí que es lista”
Lamentablemente, estoy seguro de que cualquier persona que lea esta reflexión puede citar muchos y mejores casos de “personas sinceras” y creo que a nadie le gusta tanta sinceridad.
Realmente estas personas no son especialmente sinceras, son solamente envidiosas y mal educadas que carecen de la habilidad necesaria para ocultar su envidia. Son personas que están tan enfadadas con ellas mismas por no tener todo lo bueno que tienen lo otros y , para compensarse, fastidian cuanto pueden.
Lo siento. No me gustan las personas tan sinceras. Prefiero a otras, menos sinceras, y mejor educadas, que tratan de hacer la vida amable a quienes les rodean, o, al menos, procurar no molestar.
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