miércoles, 25 de abril de 2007

40. UN CANDIDATO MUY CAPAZ

Una mañana me anunciaron que en la recepción de la empresa estaba el Sr. A, que había venido a verme y que solicitaba una entrevista con urgencia para tratar un tema muy importante. Bueno, me dije, recibiré al Sr. A.

Amablemente le pregunté, luego de ofrecerle un café, qué tema importante tenía que plantearme. Inmediatamente me dijo que él era la persona adecuada para ocupar el puesto de Director de la Fábrica de Aragón, que yo tenía su historial desde hacía dos semanas, que aún no le había llamado, que estábamos perdiendo el tiempo, que quería un buen sueldo y que cuando se incorporaba a su nueva función..

Según avanzaba su explicación, recordé que entre los historiales profesionales de los candidatos que tenía para el puesto sobre la mesa de mi despacho, en el paquete de los descartados, estaba el del Sr. A.

El historial era valioso e interesante, pero contenía serios indicios de que el candidato respondía a una cultura empresarial que muy difícilmente encajaba en nuestra empresa. Ello unido a que él residía a más de quinientos kilómetros, me había inclinado a no llamarle para una entrevista que, estaba casi seguro, era inútil para ambas partes.

Cuanto más hablaba él, más claro veía yo que el Sr. A. no era el hombre para el puesto. Además, me di cuenta de que era una persona muy golpeada por la vida y que yo no era quién para añadir un dolor adicional.

Dediqué cerca de una hora a escuchar sus éxitos, a aceptar sus virtudes y a justificar que aún siendo una persona muy preparada, que lo era, con una experiencia óptima, que la tenía, y unos valores extraordinarios, que sin duda poseía, el puesto de Director de la Fábrica de Aragón requería una persona con un perfil diferente.

Al final, cuando nos dependimos, me dijo, algo así como “¿Es esa su última palabra? Ya tendrá noticias mías”.

La entrevista me había impresionado tanto que la comenté con alguno de mis colegas y olvidé del tema.

Días después mi jefe, del Director General vino a mi despacho con una cara muy seria, me tendió un papel y me dijo, “por favor, lee”.

Se me hizo un nudo en el estómago, en el texto de aquella carta estaban transcritas literalmente muchas frases que indudablemente eran mías, además, estaban ordenadas de forma que se podía ver en ellas las muchas cualidades del Sr. A. y mi absoluto desprecio, mal trato e indudable falta de educación hacia la persona. Para colmo, denotaban una carencia completa de profesionalidad en mi comportamiento.

Cuando levanté la cabeza, creo que completamente pálido, vi que Nate me miraba, desde sus fríos ojos azules, con una espléndida sonrisa.

Me dijo entonces, “Ya te han hecho, sí, José Luis, son tus palabras, te ha grabado la conversación, me alegra mucho que salvo tú nadie en la empresa haya tenido ocasión de ver a ese loco”.

Yo me relaje y cuando me preparaba para explicarle, me cortó con gesto y me dijo, “José Luis, no te molestes, yo te creo a ti, no tengo ninguna duda, son tus palabras, pero yo te conozco a ti.”

Creo que pocas veces en mi vida he agradecido tanto unas frases como aún hoy sigo agradeciendo las que entonces pronuncio Nate Ottens.

Desde entonces tengo un enorme cuidado con lo que hablo con personas desconocidas y siempre que discuto algo importante para las personas mido no solo lo que digo, sino cada una de las palabras.

En caso de confrontación, las personas que te conocen, con pensar un poco, ya saben quien dice la verdad y quien tiene la razón. Claro que, como todos también sabemos, hay amigos que si tienen una oportunidad la aprovechan para matarte.

1 comentario:

JAIME PEREIRA dijo...

José Luis, he repasado a "vista de pajaro" tu blog y me ha gustado mucho. Lo voy a leer con detenimiento.
Un abrazo.
Jaime Pereira