Mi madre dice que su suegra decía “hija, pide a Dios que tu marido no te engañe, que si te engaña no te enteres y si te enteras, que no te importe”.
La abuela nació, aunque en el último tercio, en el siglo XIX. Mi madre, mucho más joven, en el primer tercio del XX.
Las dos, mujeres cultivadas, dirigían sus casas, leían, educaban a sus hijos, tenían buenos maridos y estaban al tanto de cuanto sucedía en la sociedad. No eran personas incultas, ni carecían de la capacidad de pensar con libertad.
Sin embargo, las cosas que podían pensar o decir eran propias de otras épocas y, para quienes en estos tiempos comienzan a vivir sus matrimonios, probablemente, tonterías de las abuelas que no vale la pena escuchar.
Yo, por el contrario, que vivo en el siglo XXI, cuando al menos el diez por ciento de los hijos, aunque sus padres lo ignoren, no son sus hijos, el matrimonio que se mantiene es el segundo o el tercero y la fidelidad conyugal no es un valor socialmente compartido, estoy seguro de que el dicho, tantas veces repetido, de mi abuela y de mi madre, con un pequeño ajuste formal, debería estar grabado con letras de fuego, en la mente de todos.
La vida tiene momentos buenos y menos buenos, los matrimonios pasan etapas duras, la infidelidad está dentro de lo que cualquier día a los hombres o a las mujeres les puede pasar, pero si el otro no se entera, las cosas se pueden arreglar.
No digo que haya que engañar al marido o a la mujer, pero que si sucede, el otro, salvo que cualquiera de ellos haya decidido romper el matrimonio y volver a empezar, es mejor que no se entere, si se entera, lo más probable por múltiples razones, es que el matrimonio termine casi ya.
La abuela nació, aunque en el último tercio, en el siglo XIX. Mi madre, mucho más joven, en el primer tercio del XX.
Las dos, mujeres cultivadas, dirigían sus casas, leían, educaban a sus hijos, tenían buenos maridos y estaban al tanto de cuanto sucedía en la sociedad. No eran personas incultas, ni carecían de la capacidad de pensar con libertad.
Sin embargo, las cosas que podían pensar o decir eran propias de otras épocas y, para quienes en estos tiempos comienzan a vivir sus matrimonios, probablemente, tonterías de las abuelas que no vale la pena escuchar.
Yo, por el contrario, que vivo en el siglo XXI, cuando al menos el diez por ciento de los hijos, aunque sus padres lo ignoren, no son sus hijos, el matrimonio que se mantiene es el segundo o el tercero y la fidelidad conyugal no es un valor socialmente compartido, estoy seguro de que el dicho, tantas veces repetido, de mi abuela y de mi madre, con un pequeño ajuste formal, debería estar grabado con letras de fuego, en la mente de todos.
La vida tiene momentos buenos y menos buenos, los matrimonios pasan etapas duras, la infidelidad está dentro de lo que cualquier día a los hombres o a las mujeres les puede pasar, pero si el otro no se entera, las cosas se pueden arreglar.
No digo que haya que engañar al marido o a la mujer, pero que si sucede, el otro, salvo que cualquiera de ellos haya decidido romper el matrimonio y volver a empezar, es mejor que no se entere, si se entera, lo más probable por múltiples razones, es que el matrimonio termine casi ya.
Y, destruir un matrimonio, salvo excepciones, en el mejor de los casos es, para todos, un mal que debemos evitar.
1 comentario:
He recibido con mucho agrado el blog de mi querido profesor Mingo.
Me alegra mucho que esté utilizando una de las herramientas de las nuevas tecnologías de la información. Es refrescante leer algunos de sus comentarios.
Esta vez me referiré al que ha escrito sobre la fidelidad del matrimonio. Yo hace muy poco que estoy felizmente casada, veo en mi marido a un hombre devoto a mi persona, pero no pierdo de vista que quizá alguna vez tenga la tentación de caer en otros brazos. Yo también me rindo a él cada día como si fuera la primera vez, ojalá y siempre sea así.
Si alguna vez mi marido me fuera infiel, creo que no me gustaría saberlo nunca porque de lo contrario se terminaría la confianza que le tengo. Y si fuera yo la que cometiese el error, tampoco sería bueno que lo supiera porque ya nunca sería igual.
Antes pensaba que la infidelidad se podía perdonar y volver a empezar, de hecho alguna vez perdoné alguna infidelidad en relaciones anteriores. No obstante, cuando una/a se casa se asume un compromiso para el resto de la vida y eso se debe cuidar hasta el final, contra viento y marea. He cambiado de parecer, no tengo la mente tan abierta en este aspecto.
Mi marido viene de una familia tradicional en fidelidad. Mis suegros tienen casi 50 años de casados y los veo tan enamorados, que me cuesta cree que alguna vez pudieron ser infieles uno al otro.
Yo provengo de padres separados, pero mi madre nunca más volvió a casarse ni a tener relación alguna después de la separación hace 22 años, ha sido fiel al amor que le tuvo a mi padre. Es joven y guapa, pero no quere saber nada del amor de pareja.
Ojalá mi marido y yo podamos correr con la suerte de ser fieles para el resto de nuestra unión.
Profesor, gracias por compatir su blogs conmigo, un abrazo.
Karla Marenco
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