Fumar es malo para la salud, Fumar ahora es muy malo para la imagen social. Fumar es malo para todo. Pero yo, por ahora pienso seguir fumando.
Me gusta fumar, pero sobre todo me gusta la relación con otras personas que produce el hecho de ir a fumar y me encantan las tertulias de los fumadores.
Ahora, que no se puede fumar en casi ninguna parte es normal ver en las puertas de los comercios, en las entradas de los grandes edificios, en los jardines de acceso a las fábricas, en cientos de lugares al aire libre, grupos de personas que están fumando.
El mucho trabajo y la tensión que este genera hacen que en muchas organizaciones apenas haya tiempo para hablar con tranquilidad sobre esos mil temas banales que parecen sin importancia pero que la tienen toda en la construcción de las relaciones interpersonales. Ya no hay tiempo para comentar el partido del domingo, las cualidades de un pretendiente, el nuevo trabajo del marido, las maldades de los jefes, las virtudes de los hijos, las ilusiones de promoción o el interés de un libro. Ya en las fábricas o en los despachos solamente se puede trabajar.
Solo se puede hablar con tranquilidad mientras se está fumando a pisos de distancia del ordenador o a muchos metros de la caja o del mostrador. Mientras se recorre el camino hasta el lugar permitido para fumar las personas se relajan, abren su mente a la normalidad y, cuando llegan, están en condiciones de hablar.
Entre los fumadores se transfieren retazos de información y se desarrollan poco a poco vínculos impensables en el trabajo normal pero que, curiosamente, son más tarde o mas temprano, extremadamente útiles para progresar.
Incluso, cuando viajan a otras ciudades y visitan otras empresas o a otros miembros de su propia empresa, como tienen que fumar, conocen a personas que normalmente permanecerían desconocidas y que les abren sus brazos, sus mentes, su alma un poco, al reunirse para fumar.
El mundo de las reuniones para fumar es abierto, limpio, sin competencia, de personas que comparten algo importante, fumar. Las personas que comparten el terrible vicio de fumar se transforman entre ellas en un club extraordinario en el que ninguna persona sensata, después de conocido, puede dejar de estar.
No, no pienso dejar de fumar.
Me gusta fumar, pero sobre todo me gusta la relación con otras personas que produce el hecho de ir a fumar y me encantan las tertulias de los fumadores.
Ahora, que no se puede fumar en casi ninguna parte es normal ver en las puertas de los comercios, en las entradas de los grandes edificios, en los jardines de acceso a las fábricas, en cientos de lugares al aire libre, grupos de personas que están fumando.
El mucho trabajo y la tensión que este genera hacen que en muchas organizaciones apenas haya tiempo para hablar con tranquilidad sobre esos mil temas banales que parecen sin importancia pero que la tienen toda en la construcción de las relaciones interpersonales. Ya no hay tiempo para comentar el partido del domingo, las cualidades de un pretendiente, el nuevo trabajo del marido, las maldades de los jefes, las virtudes de los hijos, las ilusiones de promoción o el interés de un libro. Ya en las fábricas o en los despachos solamente se puede trabajar.
Solo se puede hablar con tranquilidad mientras se está fumando a pisos de distancia del ordenador o a muchos metros de la caja o del mostrador. Mientras se recorre el camino hasta el lugar permitido para fumar las personas se relajan, abren su mente a la normalidad y, cuando llegan, están en condiciones de hablar.
Entre los fumadores se transfieren retazos de información y se desarrollan poco a poco vínculos impensables en el trabajo normal pero que, curiosamente, son más tarde o mas temprano, extremadamente útiles para progresar.
Incluso, cuando viajan a otras ciudades y visitan otras empresas o a otros miembros de su propia empresa, como tienen que fumar, conocen a personas que normalmente permanecerían desconocidas y que les abren sus brazos, sus mentes, su alma un poco, al reunirse para fumar.
El mundo de las reuniones para fumar es abierto, limpio, sin competencia, de personas que comparten algo importante, fumar. Las personas que comparten el terrible vicio de fumar se transforman entre ellas en un club extraordinario en el que ninguna persona sensata, después de conocido, puede dejar de estar.
No, no pienso dejar de fumar.
1 comentario:
querido José Luis: como ya te dije en el parque me sorprendió tu articulo sobre el fumar ya que además de sentirme identificada, creo que has clavado la situaciones que se producen cuando uno fuma y cuando no
Te cuento en mi viaje a la Riviera Maya, reserve cena en unos de los restaurantes, decidimos que fuera en la terraza ya que era un lugar precioso donde pasaba un río ganado a la zona de manglares en las que estamos, algo muy idílico, hasta que el metre me informó que no se podía fumar en la terraza pero que un metro mas allá salimos a un pasillo en el que ya se podrá fumar pues ese pasillo no pertenecen al restaurante le hice saber al metre y al hotel lo absurdo de la norma aunque como tal la cumplí.
la cosa no quedo ahí, cuando llegue al aeropuerto ya de vuelta a España, y pregunte al guardia de seguridad que tenía más cerca,si había algún lugar en donde se pudiera fumar me señalo hacia una cafetería, que previa consumición podría fumar, fué muy fácil de localizar el sitio ya que según nos ibamos acerando se oía una gran algarabía, estaba llena de gente fumando y charlando animadamente, comente con mis amigos de viaje, fijaros es el sitio mas animado del aeropuerto, mirar a los no fumadores están callados sin mirarse los unos a los otros y desesperados por que salga el avión mas que nada por hacer algo
Desde luego estoy de acuerdo en que fumar es malo para la salud, pero`por el contrario, para lo que es realmente bueno es para las relaciones humanas. Conclusión yo tampoco voy a dejar de fumar
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