A las once de la mañana, en la sala absolutamente atestada de la magistratura de trabajo hacía mucho calor. Se veían en la causa cuarenta y dos despidos por participación en huelga abusiva e ilegal. Yo había firmado las cartas y representaba a la empresa en el juicio.
Después de confesar me senté en una silla libre en la segunda fila, dispuesto a pasar las horas respirando el terrible ambiente del acto final de una larga huelga que, por la locura de todos y mi insuficiente habilidad, no había logrado cerrar con un acuerdo.
Todos los presentes, unos más que otros, teníamos algo que ganar y mucho que perder en el juicio.
Apenas me había sentado sentí una presión bastante fuerte en el costado derecho y una voz de mujer, muy agitada, me dijo a media voz, “si a mi hombre le pasa algo a ti te pincho”. Me volví para ver la cara de la señora y vi también la de un líder sindical al que siempre he tenido respeto y aprecio, que había acudido al juicio para dar apoyo a los trabajadores despedidos y las tijeras, bien grandes, que sujetas por unas manos temblorosas tenía apoyadas en mis riñones.
Decidí quedarme tranquilo. Pensé que difícilmente iba a pasar nada que pudiera irritar del todo a la mujer y que lo mejor era no enfadarla y dejar pasar el tiempo.
A lo largo de muchas horas las tijeras se mantuvieron pinchándome con más o menos fuerza. No hice nada por alejarme. Finalmente, cuando terminó la vista, nos fuimos a cenar y olvidé del tema.
Creo que lo único a lo que no tuve miedo aquel día fue a que me clavasen las tijeras,
En la locura de aquella jornada confirme la decisión que había tomado meses atrás, de no volver a despedir, aunque fuera con razón, a ningún trabajador. Desde ese día me convertí en un consultor.
Pasaron varios años y cuando en un acto social me encontré nuevamente con el líder sindical sentí una gran satisfacción. Nos dijo, mientras habábamos con el secretario general del sindicato: “José Luis, no sé si te podré perdonar nunca que te pasases el juicio tan tranquilo mientras que yo tuve que estar más de siete horas en tensión vigilando para que no me pincharan las tijeras, fue agotador.”
Después de confesar me senté en una silla libre en la segunda fila, dispuesto a pasar las horas respirando el terrible ambiente del acto final de una larga huelga que, por la locura de todos y mi insuficiente habilidad, no había logrado cerrar con un acuerdo.
Todos los presentes, unos más que otros, teníamos algo que ganar y mucho que perder en el juicio.
Apenas me había sentado sentí una presión bastante fuerte en el costado derecho y una voz de mujer, muy agitada, me dijo a media voz, “si a mi hombre le pasa algo a ti te pincho”. Me volví para ver la cara de la señora y vi también la de un líder sindical al que siempre he tenido respeto y aprecio, que había acudido al juicio para dar apoyo a los trabajadores despedidos y las tijeras, bien grandes, que sujetas por unas manos temblorosas tenía apoyadas en mis riñones.
Decidí quedarme tranquilo. Pensé que difícilmente iba a pasar nada que pudiera irritar del todo a la mujer y que lo mejor era no enfadarla y dejar pasar el tiempo.
A lo largo de muchas horas las tijeras se mantuvieron pinchándome con más o menos fuerza. No hice nada por alejarme. Finalmente, cuando terminó la vista, nos fuimos a cenar y olvidé del tema.
Creo que lo único a lo que no tuve miedo aquel día fue a que me clavasen las tijeras,
En la locura de aquella jornada confirme la decisión que había tomado meses atrás, de no volver a despedir, aunque fuera con razón, a ningún trabajador. Desde ese día me convertí en un consultor.
Pasaron varios años y cuando en un acto social me encontré nuevamente con el líder sindical sentí una gran satisfacción. Nos dijo, mientras habábamos con el secretario general del sindicato: “José Luis, no sé si te podré perdonar nunca que te pasases el juicio tan tranquilo mientras que yo tuve que estar más de siete horas en tensión vigilando para que no me pincharan las tijeras, fue agotador.”
1 comentario:
Muy interesante episodio profesor... aveces los momentos màs angustiantes, son los que màs se recuerdasn por el sabor de superarlos...en otrs ocasiones los momentos màs rutinarios nos pueden volver locos...esas tijeras seguramente pasaràn a formar parte del rincòn màs preciado de su memoria profesional y personal...
un saludo cordial desde Chile...de su ex alumno del master Hèctor Veloso...
lo invito tb a revisar mis escritos... www.miobra.blogspot.com
un abrazo a la distancia...
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